Regla 1: “Considerarás sin temor la verdad de los otros”

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“Dichosos los que pueden creer sin ver”, anuncia el Evangelio según San Juan hablando de fe, ojos del alma y una verdad interior. Pero esto es tan imposible como ver sin creer, lo que pretenden los objetivistas que buscan la pura verdad en el exterior. Percibir es al menos una combinación de cuatro acciones: ver, creer, desear y temer.

Mirar es como soñar con los ojos abiertos. Eso que está afuera se mete de alguna misteriosa manera, formateado por deseos, temores y una red de creencias. De la misma manera que una red de pesca contiene en su diseño el tipo de animal acuático que puede capturar, nosotros pescamos una realidad coherente con nuestros prejuicios. Porque las cosas no las vemos tanto como son sino mucho más como somos. No podemos sacarnos los anteojos de una cultura milenaria, costumbres familiares, sociales, experiencias y roles personales, emociones presentes. Vemos solo lo que queremos ver, aferrándonos a nuestros principios ordenadores de la realidad. Como explica el filósofo Charles Saunders Pierce, las personas tendemos a defender nuestras creencias más caras más allá de la lógica, escondiendo la cabeza como un avestruz frente a otras ideas que las amenazan. Esta actitud nos lleva a aislarnos en casas simbólicas y abrirle la puerta solo a aquellas ideas coherentes con nuestra concepción del mundo y la vida. Pero si en cambio toca la puerta un elemento extraño o cuestionador, entonces hacemos oídos sordos.

¿Vieron la película Matrix? Neo, el personaje protagonizado por Keanu Reeves, tiene la oportunidad de elegir entre la píldora roja y la azul. Una para dormir en un sueño plácido. La otra para despertar en una verdad incómoda. El héroe de la saga, valiente y curioso, decide elevar su conciencia y enfrentar el “mundo real”. Pero, ¿qué elegirías vos? Aunque no parece, todos los días elegimos entre estas dos alternativas. ¿Leer diarios, mirar canales y escuchar radios coherentes con nuestra ideología o navegar por las diferentes miradas? ¿Escuchar a personas de una condición similar y cumplir roles con el resto o disponernos a escuchar con atención a todos? ¿Vacacionar en lugares conocidos o realizar un viaje a otra cultura? ¿Tratar de confirmar la postal que llevamos o abrirnos a lo que encontremos? ¿Elegir una educación tradicional para nuestros hijos o explorar alternativas innovadoras? ¿Trabajar en relación de dependencia o emprender un proyecto independiente? ¿Agarrar el camino de siempre o probar una alternativa?

El temor a lo desconocido es una defensa natural que suele traducirse en una gran cantidad de percepciones conservadoras de la realidad. La mente parece formateada para ahorrar energía y angustia operando con sistemas estables. Si estamos muy atareados tendemos a repetir los circuitos de siempre. Vencer esta traba es necesario para sentarnos a dialogar predispuestos a escuchar, sin temer que tambaleen nuestros puntos de apoyo. Estar en paz con la idea de que existen otras maneras de entender las cosas, respetarlas, querer conocerlas, es clave para abrirnos al diálogo. Porque no se trata de ganar un debate, de pulsear con nuestras ideas para reafirmarlas. Sino de ponerlas a prueba, de cambiarlas si es necesario, de ganar de un debate, enriqueciéndonos en algún sentido.

Aceptar que no tenemos una verdad absoluta que esgrimir, sino que cada ciudadano tiene una visión complementaria que compartir, es tal vez el primer paso para sentarse a la mesa. (Continúa en el próximo post…)

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