Subir y bajar

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Paradigma Vertical

Hace más de 3000 años Moises subió al Monte Sinai. Subió solo y en sandalias. Subió al punto más elevado de Egipto. Subió buscando a Dios. Subió para escuchar Su Palabra y poder guiar a su pueblo. Permaneció arriba exactamente cuarenta días y cuarenta noches. Durante ese período, entre los vientos de la cima, Dios le dio dos tablas de piedra con los diez mandamientos. Entonces bajó al mundo de los hombres para divulgar la revelación. Bajó con un trozo de Voluntad Divina. Bajó con la respuesta a una pregunta fundamental: ¿cómo debemos obrar?

Desde que bajó Moises, las religiones basadas en la Biblia respetan y promueven esa Ley. Sin embargo, cada época demanda una adaptación, de lenguaje y de formas. Pero esto no es sencillo. Los religiosos de alta jerarquía son llamados a releer y reescribir el mandato divino. Con esta misión se alejan de las distracciones mundanas, para subir nuevamente al espíritu del texto sagrado. Suben y se quedan un tiempo en la cima de las palabras, escuchando, entre los altos vientos, qué es lo trascendente del mensaje y qué puede cambiar. Suben como intérpretes autorizados. Y bajan con instrucciones actualizadas. Bajan para contarnos cómo debemos actuar para subir al cielo. Antes Dios mandaba: “no codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”. Ahora Dios manda: “no codiciarás la casa del prójimo, ni su mujer, ni su marido, ni su auto, ni su ipod, ni tendrás siervos”.

Estas maneras de subir y bajar dan cuenta de una realidad vertical, con un alto cielo y un hondo infierno, que es resabio del Medioevo. Durante toda la Edad Media, la Verdad circulaba desde arriba hacia abajo, cayendo como un torrente por los escalones jerárquicos de la Iglesia Católica, que la asimilaban y administraban, para que llegue al pueblo digerida y domesticada. La autoridad partía de Cristo y bajaba por los sucesores de los apóstoles (el Papa, Cardenales, Patriarcas, Primados, Arzobispos, Obispos, Abades, Prelados, Presbíteros…). Todos ellos eran meros intérpretes de Dios, ninguno intentaba decir algo propio. No trataban de ser creativos, de crear sentido, sino de ser los guardianes de las enseñanzas divinas. Debían aprender a escuchar el texto, respetarlo. La fidelidad y el apego eran virtudes. El ingenio o la opinión, pecados. Por eso, las abadías estaban llenas de “copistas” con la misión de transcribir textos fundamentales, de conservarlos, coma por coma. Ellos luchaban contra los demonios que venían a distraerlos. Y ninguno osaba decir algo propio, porque la verdad no salía de la boca de los simples. La energía se volcaba más en ornamentar las sagradas escrituras que en decir cosas nuevas, más en quemar herejías o necedades que en refutar argumentos. Esta concepción del mundo se correspondía en el plano político, con monarquías legitimadas por Voluntad Divina.

Paradigma Horizontal

Desde la modernidad la tortilla comenzó a darse vuelta (o a hacerse hamburguesa). Como en el “sube y baja”, el juego de la plaza, los de abajo pasaron arriba. En un abrir y cerrar de ojos del universo, pasamos de un teatro teocéntrico a otro antropocéntrico, con una Soberanía basada en la voluntad popular. Ahora el pueblo le dice a Moises como debe comportarse. Hoy los mecanismos de la democracia apuntan a facilitar la circulación del sentido desde abajo hacia arriba, para que el poder del pueblo (demos) se exprese. Al menos esa es la idea, o la ideología. Algunos historiadores, como Eric Hobsbawm, interpretan que detrás del cambio de formas se esconde una continuidad de poder y dominación. Pero para este post alcanza con decir que hoy podemos decir un poco más que antes, que puedo escribir esta simplificación hereje. Ahora el mercado estimula el intercambio de información y la circulación del sentido. Cualquiera que tenga acceso a las nuevas tecnologías, cierta educación y tiempo, puede subir videos, fotos y comentarios a la Nube. Millones de personas comunes, segundo a segundo, suben información. Y millones la bajan. “Subir” y “bajar” son dos verbos renovados, asociados a una Nube que está en todos lados , omnisciente y generosa. Mientras que los medios tradicionales de comunicación masiva conservan en su ADN aspectos residuales de la realidad vertical (con información que baja desde una gran productora, filtrada por editores, hacia las masas acríticas), Internet propone una estructura horizontal y una circulación multidireccional de los contenidos. O al menos así lo vivimos. Todos subimos y bajamos información. Entre todos coproducimos la Verdad. Todos opinamos, todos somos periodistas, todos somos productores, todos somos intérpretes.

En este escenario libre, hace dos años, un estudiante de filosofía europeo fundó la Iglesia Kopismism. No subió a una montaña para encontrarse con Dios. En su experiencia cotidiana como cibernauta, intercambiando información en la Red global, llegó a la conclusión de que la acción de compartir es buena para todo el mundo, más allá de las creencias culturales. Luego se dedicó a subir comunicados orientados a la libre circulación de la información. «La información es sagrada, sostiene un valor por su significado y contenido, y la copia es un sacramento. El valor se multiplica por la copia, una acción central para la organización y sus miembros», compartió. Otros usuarios se sintieron identificados y así la Iglesia fue sumando practicantes. Hace poco la Iglesia fue reconocida oficialmente por el registro de cultos de Suecia. Esta noticia puede leerse como una nota de color, como una falta de respeto a los cultos serios, como una acción publicitaria provocativa de “software libre” e intercambio libre de archivos, o como un caso emblemático del nuevo paradigma horizontal.

 

En la argentina hay organizaciones que pregonan la misma idea de compartir archivos (como http://www.partidopirata.com.ar) y medios compuestos por autores profesionales que funcionan respetando esta idea (http://orsai.bitacoras.com/).

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